martes, 30 de septiembre de 2008

Miráme de nuevo


Locura como quiebre. Locura como falta.

Locura que me hace falta para lograr ciertos quiebres.

Locura como escape. Locura como prueba.

Locura que me prueba que hay un escape posible.

Locura como paso. Locura como llegada.

¿Cual es mi paso para llegar al otro lado?

Locura como límite. Locura como frontera.

¿Quién se encarga de marcar el terreno?

Locura como mirada. Locura atravesada.

Quiero poner mis ojos bizcos.

Puras tonterías. No voy a teorizar sobre algo que desconozco. Empecé este ensayo con una idea de locura bella, locura creativa, necesaria. "Quiero ser loca" pensé aburguesada en mi silla, sobre piso con loza radiante, feliz de descubrir tamaña mirada humanitaria en mi persona. Puro ego. Después empecé a investigar un poco mas, me di cuenta que mi mirada de "poetisa" era tan corta y tan escasa. Los miré maternalmente, pensé que linda alegría la del loco, que lindo estar locamente enamorado, loco de contento, reír como loca.

No imaginé sus sufrimientos, ellos sienten, sueñan, quieren coger, aman, toman mate, quieren ropa particular (como le llaman en el hospicio) y no uniformes del mismo color, lloran, buscan un espacio de intimidad en un lugar sin puertas. Como no lo consiguen se tapan en posición fetal bajo las sabanas, pasa el medico y anota: Depresivos. Un asco

Mi psiquiatra, entonces,

regula las pastillas.

Duermo. Se anota en la historia clínica.

Doctor, estoy amando…

¿Esto también irá a la historia clínica?

Marisa Wagner “Los montes de la Loca”

Desesperé pensando que como futuro agente de salud no tengo la menor idea de lo que es la locura. ¿Por donde empiezo? ¿Adonde voy? Quiero correr, de algún modo siento que esto es más grande. Tengo miedo. Es la sensación de mirar un mundo de fantasía y de golpe te dicen que Papá Noel no existe.

¿No era cierto que los locos miran el mundo mas lindo? ¿Qué escriben poemas hermosos? Si, si, si. Pero también están solos. También sufren tratamientos inútiles. También son discriminados, apartados, hacinados en grandes hospicios. Lugares donde entran y no tienen fecha de salida. Y los que salen no tienen su estadía asegurada. Mentiría si dijera que desde mañana mismo enarbolaré la bandera en defensa de estas personas. Porque no los conozco, porque creo que representan mi entrada al mundo real, la desmentida de mi supuesta humanidad a prueba de balas. Por eso me asustan. Prefiero pensarlos "locos lindos" que disfrutan de la vida a verlos humanos, con necesidades, que padecen otra falla del sistema. Que les ponen números, los etiquetan. Nadie sabe porque mueren. Porqué vivieron. A quién amaron hasta la médula. Por quién lloraron. Quizás solo recuerde el miedo a acercarme y estrechar su mano.

Pero hay algo que aprendí en esta carrera aparte del DSM IV o algunos tomos de Freud, y es que el miedo me llama. El miedo me convoca. Quiero ir hasta allá. Quiero tomar la pastilla roja y saber. Cuando me encuentro con esta urgencia quiero salir a la calle y gritarle a la gente lo que está sucediendo, que irónico, seguro me dirían loca. No quiero archivar esto entre mis llamados vocacionales y terminar diciendo como al final del discurso de una reina de belleza: “Quiero la paz mundial”. Porque esto es concreto, esto me implica.

En un principio atisbé con temor. Un tiempo después volví a mirar y esta vez admiré, valoré sus producciones, su mirada de inocencia, sin querer mis ojos condescendieron. Luego no solo observé, sino que escuché y por primera vez sentí. Percibí una persona detrás, otro como yo. Uno que es amurallado para no ser visto. Uno que es hablado, estudiado, clasificado. Apartado de la mirada. Uno que lo miran, pero no lo ven.

Que no se malentienda esta no es una reflexión negativa (realista como se justifican los pesimistas) porque esto implicaría oscuridad. Yo estoy feliz aunque aun un poco cegada, porque acabo de prender la luz.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Mi abismo

Un salto al vacio. Y no hay teoría que aguante. Y el personaje objetivo, que analiza cada paso se desvanece en conjeturas. Permanece un sentimiento de indefensión. Acto seguido buscas aferrarte a algo profundo que justifique este arrebato de debilidad. Freud mira hacia otro lado. Seguís buscando, el motor, el final, un por que. Pero las preguntas marean. Las respuestas escasean. La paciencia llega a cero. Y la ansiedad invade. La cuestión es llegar. O transitar. Buscar entender te deja en ascuas. En vigilia de espera. Y el milagro no aparece, y el parche no cubre el vacio. A jirones despedazas recuerdos que justifiquen esta realidad. Y no es suficiente. Creíste entenderlo alguna vez, la nostalgia por el paso firme agobia. Las horas pasan, tratas de repetirte que no existe tal concepto del tiempo. Pero lo miras una y otra vez. Lo que creíste inherente a tu condición hoy te es ajeno. Porque no existe control en conocer lo irremediable. Hojeas libros indagando. Solo necesitas un concepto que te aleje. Pero en el fondo sabes que esto te hace respirar mas hondo, sentir cada poro abierto. Incluso cuando duele o clava feroces aguijones seguís adelante. No sabes las consecuencias, no es necesario. La mente libera y da lugar al instinto más inconsciente. Lo irracional te suena familiar pero asusta a más no poder. Te perdes ahí envuelto en vibraciones de placer. Donde no hay leyes, ni de gravedad. Donde todo puede pasar. Queres vivirlo, aunque el terror advierta una tormenta. Aunque la lógica quiera participar. Decidís cerrarle la puerta en la cara. Y así, sin mas que la promesa te dejas llevar por esa brisa por momentos huracán. Porque te das cuenta que no tuviste nunca otra opción.

lunes, 1 de septiembre de 2008

The path of least resistance


No siempre obedecer nuestros impulsos nos lleva por senderos óptimos. No siempre es deseo lo que queremos que suceda. Lo que se desea no se alcanza, no se agota. Muchas veces, por no decir la mayoría de ellas, está obstaculizado por resistencias invisibles. Otras veces creemos hacer lo único que estábamos capacitados para lograr, lo que puedo hacer hoy. Hasta acá puedo. Quizás la salida es entrar ahí donde no se puede. Donde no se ven opciones. Momento odioso cuando el analista dice: Bueno hablemos de eso. No era exactamente por donde quería caminar hoy.

¿Como se sigue sabiendo que el mayor impedimento navega impunemente lagos de inconsciente?

Yo misma tengo la respuesta y al mismo tiempo la venda en los ojos. Porque ella no va a pararse de su sillón, no va a acercarse al diván, no va a sacudirme de los hombros mientras grita la respuesta a mis conflictos. Eso sería romper el encuadre. Una lástima.

Hoy sé que cuando irrumpe la angustia hay deseo en juego. Ya no le tengo miedo. Porque me indica la ruta.