
Siempre nos dicen que si nuestro deseo es ser psicoanalistas, no queda otra que “saber de todo”. Algo así como rasgo no excluyente. Es curioso que tengamos que leer el banquete de Platón, pero no por su retórica impresionante o el discurso de Sócrates sobre el amor, sino para conocer lo pederasta del vinculo entre el adulto mayor que “introducía” al joven e inocente griego en la vicisitudes del amor y del sexo. Todo esto para luego catalogarlo de Edipo negativo, y que al convertirse en adulto su fin es amar a los niños como él mismo fue amado por su madre. En fin. O conocer la tragedia griega, pero para recordar que Edipo representa el incesto y el parricidio, deseo irreconciliable en los primeros años del niño/a hacia sus padres por lo que debe reprimirlos y sepultarlos en su inconsciente. Para que luego haga su retorno como síntoma en la vida adulta del sujeto. También es interesante conocer de los grandes artistas, también grandes sublimadores de pulsiones para el psicoanálisis. Saber que el Guernica surgió de una profunda angustia muy bien sublimada por Picasso al ver el bombardeo sobre esta ciudad durante la guerra civil española. Saber que Freud analizo algunos dichos y obras de Leonardo Da Vinci, y luego afirmo una posible homosexualidad de dicho artista. Me quedo con la Virgen de las Rocas para ser sincera.
Hasta tapicería hay que saber. Porque Lacan nos introduce en la analogía del punto Capitoné ó almohadillado. A ver como se los explico… ¿Conocen esos sillones con muchos botones cosidos en su respaldo? Bueno el método seria, que se entrecruzan muchos hilos, y que luego se tira del mismo y quedan todos los botones hundidos y acomodados simétricamente. La última puntada anuda todas las anteriores. Analogía: cada puntada es un significante para el sujeto. El analista tira del hilo y todos estos significantes del discurso se ordenan, cobran sentido con una última palabra que resignifica las anteriores. Espero haberlo explicado bien. Por las dudas arranco corte y confección.